viernes, 16 de abril de 2010

27. CANEJAN, Valle de Arán, Lérida, España.




Cuando aún tenía yo afición (afecto) por la arquitectura de nuestro tiempo, sentía también cierta devoción por los orígenes de la arquitectura: ya se sabe, los mitos fundacionales, los dibujos de Laugier sobre la cabaña y todo eso. Es lógico que años después, cuando aquel afecto se ha trocado en decepción, la devoción por la arquitectura primitiva se haya convertido casi en una necesidad. La visita que cuento hoy aquí es de los primeros tiempos. Pero el blog es cosa de ahora.

Caneján es el pueblo del Valle de Arán más próximo a Francia en la salida del río Garona hacia el norte. Pero en vez de estar junto al río, se encarama a la ladera del último valle secundario del propio Arán, el valle del río Torán. Para situarnos, la perspectiva aérea que he tomado desde el Oeste sobre el mapa que nos ofrece Google Earth, es inmejorable.


Vemos serpentear el valle principal con la línea de los tres miles separándolo de España mientras que tras la línea de cumbres de la izquierda, algo más baja, estamos ya en Francia. Deudores del Garona vemos por la derecha el valle de Arties y el de la Artiga de Lin y por la izquierda, el Varrados y el que ahora nos interesa, el del río Torán. No cabe duda alguna de que el Valle de Arán es una unidad geográfica extraordinaria.

Pues bien, cuando fuimos allí de viaje de novios Rosalía y yo en 1978, recordaba del trabajo de 1974 para el COAC que sólo en Caneján quedaban unas casas (o bordas) con cubiertas de paja.

Para entonces ya había estado en el Cebreiro visitando las célebres pallozas de planta circular (orgánica) y por supuesto había sentido la misma emoción que me transmitieron los croquis del poblado de Moaña de Torres Balbas, o las clases de Rafael Moneo sobre esa proximidad formal entre el útero materno y la primera arquitectura. Pero aún no había visto nunca cubiertas de paja sobre ese nuevo estadio de la arquitectura en la que ya había aparecido el ángulo recto.

Nos adentramos con nuestro Citröen 2CV por el encajonado valle del río Torán con aquellas extraordinarias torrenteras al fondo,



y en el primer recodo avistamos la forma en la que el pueblo se asentaba en la ladera orientada a naciente.



Las pocas bordas que quedaban con tejado de paja estaban, sabía yo, en el camino que llevaba de Caneján a Bordius, justo a la derecha del pueblo.



Y una vez que aparcamos en el pueblo, para allí nos fuimos en la agradable pero distante compañía de una pareja de aldeanos.















Nuestros guías continuaron camino adelante y nosotros nos quedamos a contemplar largo rato esas reliquias arquitectónicas del neolítico y a hacernos fotos.






Siguiendo el camino por el que se fueron los lugareños, hubiéramos podido llegar a Bordius, pueblo abandonado en el que Soler y Santaló tomó a principios de siglo una foto en la que, no ya las bordas, sino las mismas casas tenían tejados de paja. Esa foto la publicó y puede verse en el libro LA CASA POPULAR EN ESPAÑA que escribió Fernando García Mercadal en 1930, que es la que pongo aquí (facsímil en colección Punto y Línea de la ed GG, Barna 1981):


Ya que en su día no fuimos hasta las ruinas del despoblado de Bordius, lo he hecho ahora con Google Earth:


No hemos vuelto a Caneján desde entonces y eso que tuvimos un amigo, colega de Rosalía en el MIR (el doctor Cristian Fallos se llamaba), que tenía allí una casa de un abuelo suyo que había sido medio contrabandista y que nos invitó a visitarle. (Con Cris hice un par de excursiones montañeras por la Rioja que espero contar en Montes).

Guardo también del pueblo de Caneján esta hermosa vista tomada cuando volvíamos de aquella especial comunión con esas bordas de tejado de paja que nos permitieron volver al neolítico gracias al motor de un 2CV y a nuestra ilusión.


Por las fotos que encuentro en Panoramio parece que los tejados de esas bordas han sido ya sustituidos por otros de chapa más modernos y que el pueblo está tomando el aire vulgar de cualquiera de los pueblos del valle,




así que es muy posible que no quiera volver por allí y que prefiera dejar en este blog el recuerdo de aquel gran momento.

Aunque no hay que ser derrotistas: río arriba hay una gran excursión del alta montaña hasta Montgarri que me gustaría muchísimo hacer. Eso sí, de llevarla a cabo, su historia ya no la pondré en este blog, sino en el mencionado MONTES.