martes, 29 de junio de 2010

37. LA ESTACION DE FERROCARRIL DE LOGROÑO.

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La van a tirar durante este verano. Esta vez son los social-regionalistas.

Ya escribí que el huevo frito ajardinado que construirán en su lugar no le llega ni a la suela del zapato (EL MEJOR Y DE LARGO). Y eso duele mucho más que el derribo.

Del dolor en esa estación podría escribir alguna cosa que me haría llorar. La dejo muy dentro de mí y cuento en cambio que cuando el verano pasado Javier Fernández de Castro me pidió que le diera algún dato sobre ella para un libro que le había encargado ADIF (sobre estaciones a derribar, supongo) se me olvidó contarle que uno de los mejores recuerdos que tengo de ella fue el recibimiento que mi mujer, mis hijas y yo (2 clarinetes, saxo y tuba) le hicimos a José Angel González Sainz tocando el Washington Post a su llegada a Logroño. No recuerdo la fecha (ese día no hubo fotos, que bastante teníamos con sujetar los instrumentos) pero creo que fue a finales de los noventa.

 

 



Pongo en compensación una foto de José Angel, que aunque tomada en internet, me permite recordarle con el mismo gesto con que esperó a que acabáramos la pieza musical: serio y de pie ante nosotros mientras se iba su tren con el revisor mirándonos atónito desde una de sus escaleras y con la puerta abierta.



Y por supuesto, pongo también aquí el Washington Post en una versión algo más académica que la nuestra, pero que vale para despedir, con todo mi cariño y todos los honores, a la propia estación (perdón por el pequeño corte publicitario que ponen al comienzo de la pieza/ se puede uno tapar los oídos hasta que se vea moverse el segundero):



 






Digamos de paso que la hizo el arquitecto local José María Carreras Castellet entre 1947 y 1958.

martes, 22 de junio de 2010

36. LA CASA STEINER, Adolf Loos, 1910. Viena, Austria.

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Según avanza este blog veo que la selección que voy haciendo de los edificios que pongo en él tiene más que ver con mi biografía personal que con motivos meramente arquitectónicos. Algunas veces, como es el caso de hoy, la casa está sobradamente incluida en la Historia de la Arquitectura, pero eso no es lo importante aquí. O lo decisivo. Cuando empezaron a popularizarse los blogs se decía de ellos que eran “diarios personales” abiertos al público. Yo no los consideré así y empecé a usarlos para expresar lo que no me dejaban decir en las publicaciones de papel, y aunque el alcance de un blog sea inmensamente superior al de una publicación tradicional, -¡pues llega a todos los rincones del mundo!-, la propia entropía de la red hace que no sea apenas distinguible de la última chorrada escrita por un alumno de cualquier escuela de arquitectura. Si pones en Google “Casa Steiner” sale un montón de articulillos tópicos o pretenciosos (A, B, C;...) que desanima a poner nada junto a ellos. Aunque más que un “diario”, esto empieza a tener pinta de convertirse en un “cajón de recuerdos”. Lo advierto para que nadie siga leyendo si lo que espera es ampliar su acerbo cultural o arquitectónico.

Bueno, dicho esto, lo que me apetece contar de la Casa Steiner son las anécdotas de las dos veces que la he visitado, seguramente irrelevantes, pero cuando menos curiosas.

La primera de esas visitas fue durante el Viaje de Fin de Carrera de la 100 promoción de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, a la que casualmente me tocó pertenecer. Fue un viaje que nos llevó a Zurich, Praga, Viena y Munich durante el mes de octubre de 1975. Mi amigo Tachi conducía a un grupito de viajeros, llevaba las guías de arquitectura y nos hacía andar desde el punto de la mañana hasta que se acababa el día viendo un edificio tras otro. Yo por aquel entonces tenía una empanada enorme de información, ora política, ora arquitectónica, ora contracultural, por lo que prefería dejarme llevar y lo mismo me daba ver un Loos, un Hoffman, la catedral gótica o un emergente Hollein. Sacaba mi nueva Práktica comprada con los dividendos que me dio un error de cambio de moneda entre Checoslovaquia y Austria, hacía unas fotos, y a otra cosa (u otra casa).

De muchas de aquellas visitas no me queda sino el testimonio de unos negativos que nunca llegué a revelar (!!!) porque por aquel entonces me entró también la afición a positivarlos por mí mismo y la tarea se me amontonó con la mili, el final de carrera, la novia, etc. Sin embargo, recuerdo muy bien la llegada de nuestro grupito a la Casa Steiner porque nadie daba crédito a lo que veía: Tachi ¿seguro que es el 10 de la St Veit-Gasse? Y es que lo que nos encontramos fue exactamente esto:



La foto no es mía (creo que nadie se atrevió a montar la cámara al ver aquella simpleza) sino que la he encontrado en internet. Los entendidos miraron por el lateral y lo aseveraron, era ahí, así que llamamos al timbre y nos abrió una señora mayor muy amable que nos dejó entrar como si fuéramos gente importante. Nos pasó al jardín, y a la vista del notable parecido de la casa con las fotos de los libros de Historia, sacamos decididamente nuestras cámaras y nos pusimos a la tarea no sin reparar en la insultante pintura decorativa aplicada a la obra del autor de “Ornamento y Delito”, y lo más ingenuo y divertido de todo, tratando de encuadrar las fotos con unas hojas delante para que disimularan la alteración de la cubierta de la fachada.



Recuerdo que la fachada frontal al jardín era tan desnuda que me causó espanto, pero como era Historia, amigo mío, ahí le hice otra foto.



Sólo ahora me atrevo ampliar y a corregir la perspectiva para mostrar la pintura decorativa de la fachada lateral que muestra (o mostraba) a una señora con un cuerno de la abundancia y una especie de copón encima de la cabeza de misteriosa iconología.



Y aquí viene el quid de esta historia. Una vez que hicimos las fotos en el jardín la buena señora nos hizo pasar al salón de la planta principal para que firmáramos en un libro de visitas donde vimos con emoción los nombres de algunos arquitectos famosos que nos habían antecedido. El pecho se nos llenó de orgullo, claro, pero mientras firmábamos todos en el libro, echó mano de un periódico y acertamos a entender que nos decía algo así como “¿saben Vds que se está muriendo Franco?” ¿¿¿¿¿¿¿Qué???????? respondimos todos a la vez. Sí, sí, miren, miren: y pudimos ver una pequeña noticia donde en efecto acertamos a entender algo de pulmonen artificialen, flebitis, muy grave, y yo que sé.

La fecha exacta, 20 de octubre de 1975.

Aún llegaríamos a España y Franco seguía vivo y en manos del “equipo médico habitual” pero está claro que aquella amable señora o quizás aquella otra de la pintura del cuerno de la abundancia, nos habían señalado para siempre uno de los puntos de inflexión más importantes de nuestra vida.

Veintitantos años después y disfrutando de los bienes de aquel cuerno, es decir, los de nuestra democracia y crecimiento económico posterior a la crisis de los setenta, pasamos un verano en una casa de la calle Preindlgasse de Viena a tan sólo 500 metros de la Casa Steiner.



Al primer o segundo día de estar allí, fui corriendo a visitarla de nuevo con la idea, más que nada, de ver si aún estaría aquel libro de visitas y leer lo que pudimos escribir en él mientras la señora nos daba aquella tremenda noticia. Pero no hubo suerte. La casa estuvo cerrada durante toda nuestra estancia en Viena. Y además, tampoco era la misma. Una profunda restauración la había devuelto a las formas originales y la pintura del lateral de la casa había desaparecido. Esta es la única foto que hice en la puerta de entrada con Rosalía, Elena y Teresa posando:



En internet he encontrado esta otra, que da un poco más idea del volumen de la fachada:



Documentación de las plantas y fotos antiguas de la casa hay por doquier, aunque casi siempre las mismas que pueden encontrarse en los libros.

Curioso es que los aficionados al Sketch Up aún no se han interesado en ella, mientras que muchas otras casas de los alrededores están ya colocadas en Google Earth con su volumetría y fotos de fachadas.



En fin, después de tan curiosas anécdotas sólo me queda invitar a los amables lectores que hayan llegado hasta aquí, a pasar y sentarse un rato en ese estupendo lugar ventana, para descansar de las emociones que esta casa mueve en mí y contemplar la sencillez rústica de su (antigua) “decoración”.

 

jueves, 17 de junio de 2010

35. SAN BAUDELIO DE BERLANGA, Soria, España

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En tiempos de barbarie, el espíritu busca refugio en el campo, o mejor, en el desierto.




Pero como la arquitectura es obra del espíritu, es lógico y entendible que los eremitas se llevaran la columna consigo convirtiéndose en “estilitas”. Y que cuando necesitaran el abrigo de un espacio, metieran su columna al interior. San Baudelio de Berlanga es el santuario donde confluyen esas pocas pero profundas sugerencias circunstanciales y espirituales.



No creo que pueda decir nada mejor sobre esa pequeña ermita que lo que escribí en el MANUAL DE CRITICA DE LA ARQUITECTURA, al final del cap 4, pag 156 –158 ni creo que pueda volver a visitarla como lo hice con mi mujer y mis hijas en julio de 1998.



Acababa de comprarme una de las primeras cámaras digitales, una SONY que almacenaba las imágenes en aquellos viejos diskettes cuadrados, por lo que la resolución de las fotos es lamentable. Pero además hice muy pocas, porque durante las primeras visitas a un lugar suelo estar ocupado en otras cosas. Las pongo más que nada como testimonio de la imposibilidad de ver la ermita como la vimos entonces, pues en las fotos que he encontrado en Google Earth-Panoramio he visto que la han “restaurado” con la aguda técnica nacional que se emplea por estos pagos, es decir, dejándola como nueva, con vallas por un lado y rampas para minusválidos por el otro. Tremendo, tremendo.

En alusión a su carácter industrial, a lo casposo de los visitantes, y a lo nuevecito que dejan todo nuestros arquitectos restauradores, siempre que hago turismo por España suelo referir mis incursiones como aventuras de TURISMO INTERIOR BRUTO.

De todos modos, aunque cuando la vimos estaba todavía con la pátina del tiempo, tampoco en aquella ocasión la visita fue idílica. Esta es la escueta anotación que tengo en mi diario:

“5 julio 1998, domingo: visitamos la tan deseada ermita de San Baudelio. Hacía bochorno, un par de familias con viejos y niños gritones alborotaban el lugar y el portero era un listillo. Aún así la fuerza de la originalidad y nuestro deseo místico consiguieron abrirse camino”.

Y estas son las fotos que he encontrado hoy en Panoramio. Las pondría gustosamente en Cascotes si no fuera por mi veneración al lugar.

Raspado de la pátina del tiempo en la piedra, rampa para el carrito de San Baudelio y escalera puente



Icono de prohibición de subir por las escaleras a juego con las pinturas



El obligado extintor tras la puerta por si uno arde en la fé



Vallas metálicas para que no suban los niños por donde no deben y puedan molestar a San Baudelio



Y las pinturas, claro está, restauradas con más color que en los dibujos animados

Moneo, tú que dijiste en un suplemento dominical (con toda la razón y sabiduría del mundo) que este edificio era el segundo más importante de España después de el Escorial, ¿no tienes ahora nada que decir desde lo alto de tu columna Pritzker? Hay que joderse...

Es que ya no puede uno ni huir al desierto.


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11 de marzo del 2015. Recibo una amable y elegante carta del restaurador de las pinturas Pablo Bernabé que me corrige en lo referente a las mismas. Yo creía que en la era de internet la amabilidad y la elegancia habían desaparecido para siempre, pero veo que también me equivoco en eso. Entiendo muy poco de restauración de pinturas antiguas pero sabiendo que las ha hecho alguien que responde a mis improperios con tan buen estilo, me quedo mucho más tranquilo y creo de justicia hacer pública su carta:


Hola Juan,
te escribo porque casualmente he llegado a tu blog trasteando por la red leyendo sobre San Baudelio de Berlanga.

Me presentaré. Me llamo Pablo, y soy historiador del arte y restaurador de bienes culturales.
Tengo ya muchos años de experiencia, y allá por el año 2001 (creo recordar) tuve la fortuna de participar en lo que ha sido la obra más maravillosa a la que he tenido acceso como restaurador.
Unos años antes trabajé como becario en la fase previa de preparación del soporte de las pinturas arrancadas de San Baudelio, que estaban en el IPHE de entonces, en Madrid. Posteriormente, como te comentaba, comencé a trabajar en Coresal, que fue la empresa (ya no existe a día de hoy) que se encargó de volver a colocar las pinturas en sus lugares originales.
Dicho esto, debo coincidir contigo en que actualmente hay una serie de elementos que afean notablemente el edificio, tanto interior como exteriormente, y que tú señalas con acierto en tu blog. La rampa, la señaletica, el extintor, las vallas, etc.
Yo también conocí el templo antes de su intervención, y si bien tenía el encanto decadente de la ruina y de los lugares semi-abandonados, también es cierto que estaba hecho una pena y que si no se actuaba sobre él podía incluso perderse.
Ya no recuerdo quien llevaba la dirección de la obra, que se hacía conjunta desde la Junta y desde el IPHE, y si a ellos correspondía la decisión de la rampa, etc... en cumplimiento de alguna ley de accesibilidad, pero el lugar es tan mágico y especial, que si esa rampa horrible sirve para que gente que de otro modo no podría acceder al interior acceda, bienvenida sea y que todo el mundo que pueda disfrute de la atmósfera inigualable que allí se percibe.
Una cosa más, y perdona si te doy la lata mucho, pero por lo que realmente te escribía es porque creo que no tienes razón cuando dices que la restauración de las pinturas las deja con más color que los dibujos animados. Nada más incierto que eso. Las pinturas fueron arrancadas a strappo y lo que quedó en las paredes fue una leve impronta que por su técnica al fresco no se puede sacar de esa capa de muro que queda. La foto de tu blog creo que tiene bastante subida la saturación de los colores para conseguir un efecto de destacado de los mismos.
Los colores de las pinturas son los originales y no se les hizo nada para saturarlos o subirles el tono. Te aseguro que la reintegración cromática de las lagunas es de las más respetuosas que he hecho y visto, siendo a base de regatinos, incluso a 5 o 6 metros de altura. 
Además, se dejó la iglesia sin iluminación artificial, para intentar mantener la sensación original de recogimiento e iluminación con la luz que entra únicamente por las puertas y los pequeños vanos.
Si estás interesado en profundizar más en este tema no dudes en preguntarme y yo te cuento lo que se que se hizo y como se hizo.
Un saludo,
pablo


jueves, 10 de junio de 2010

34. PONT DES ARTS, París

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En esto de los edificios creo que cada uno tiene sus fetiches. Por ejemplo, paseando por París hace unos días, me dije que por muy breve que fuera mi estancia no podía dejar de ver el Pont des Arts. Y eso hice. La tarde era tan agradable que hasta me bajé al muelle inferior junto al Sena (esos que tienen unos adoquinados prácticamente intransitables) para hacerle unas fotos. Supongo que podría hacer una colección de las fotos que he hecho de este puente en las sucesivas veces que he estado en París, pero de momento lo dejo para otra ocasión: primero porque no tengo mi archivo a mano y segundo, porque al decidirme a ponerlo como edificioLHD he curioseado por internet y me he llevado una sorpresa mayúscula.

No recuerdo cual fue la primera vez que fui a Paris pero creo que debió ser a finales de los ochenta. Pues bien, si hubiera ido tan sólo unos años antes, es decir, entre 1981 y 1984 me lo hubiera encontrado ¡en construcción! Y digo bien, “en construcción” y no en obras de reparación, restauración, rehabilitación o como quiera llamarse al proceso de trabajar o arreglar lo viejo.

Por las fotos antiguas que venden en los puestecillos de la orilla del Sena yo sabía que el puente era viejo, muy viejo, y ahora me entero que fue el primer puente de hierro de París, y que lo mandó construir Napoleón entre 1801 y 1804, ahí es nada. Una de esas fotos que recordaba haber visto y que he encontrado ahora en internet es ésta que pongo aquí, aunque ahora tampoco sé si el blanco y negro me despista y el puente que veo es el viejo o el nuevo.



La diferencia fundamental está en que el viejo puente tenía 9 arcos y el nuevo 7, es decir, que del viejo puente no se aprovecharon ni los apoyos; pero viendo las fotos parciales o en escorzo del mismo no te haces una idea del cambio de la curvatura de los arcos. En la web PUENTEMANÍA donde he encontrado estos datos, se dice que lo único que se salvó del antiguo puente fue... el “diseño”,¡glup!

Descubierta su Verdad no sé ya si será tan fetiche este puente como antes y si me obligaré a verlo las siguientes veces que vaya a París, pues además, en esta última visita no me pareció muy elegante que la gente estuviese tirada por su liviana tarima haciendo botellón y que hubieran tenido que poner esas bolsas de plástico verdes con pinta de condón como papeleras, para recoger las cajas de pizzas y las latas de cerveza que los jóvenes y turistas suelen tomar allí. Se ve que para ellos es también su puente fetiche.