jueves, 20 de noviembre de 2014

79. LA CASA DEL SANTERO DE LA ERMITA DE LOMOS DE ORIOS. La Rioja



Digo bien, la casa y no la ermita. Porque de la ermita ya se han ocupado los historiadores. Y del lugar, etnógrafos y periodistas. Cada año se celebra allí la romería de la caridad y se recuerdan las historias de la trashumancia o se renuevan las devociones a la Virgen.



Pero de la casa no creo que haya dicho nadie ni palabra y a mí fue la pieza de todo el conjunto que más me fascinó cuando por primera vez conocí Lomos de Orios. Bueno, si he de ser sincero, creo que, como a todo el mundo, lo primero que me impresionó fue esa espectacular escalinata en medio del monte que nunca había visto en ningún otro lado, pero una vez superado el susto toda mi atención se concentró en la casa. De pocas cosas me he sentido más orgulloso en mi corta carrera profesional de arquitecto como de haber estado en tratos con ella.


Recién instalado en Logroño como profesional liberal (enero de 1982) me llamaron del Ayuntamiento de Villoslada para que hiciera unos informes "técnicos" ("memorias valoradas" creo que se llamaron luego) para entrar en el famoso reparto de dineros que antes se llamaba Plan Provincial de Obras y Servicios y luego Plan de no sé qué, pero que eran (son) todo menos "planes", es decir, simples repartos de dineros a los pueblos desde la capital. Se trataba de pedir ochocientas mil pesetas a la Comunidad para arreglar "alguna parte" de la ermita que yo debería decidir y..., de paso, para ajustar las cuentas de algunos arreglos que... ya se habían hecho (ja ja ja, típica picaresca municipal).

Vivía en esa casa y ejercía de santero cuidando las vacas de la Virgen, nada menos que Luis Vicente Elías Pastor, de quien a estas alturas no voy a descubrir nada a ustedes, pero en lo que importa a este caso, diré que además de ermitaño y estudioso general de la etnografía riojana, había publicado en 1978 un libro titulado ARQUITECTURA POPULAR RIOJANA que acababa yo de devorar porque en aquellos momentos del ocaso de la arquitectura moderna todo el mundo buscaba en sus raíces algo que pudiera reconducir el saber de la disciplina, y los trabajos y ediciones sobre arquitectura popular se habían puesto de moda.



Más que todos los libracos de Carlos Flores que me compré o la también extensa colección de Feduchi que se había vuelto a reeditar (y que también compré), los textos más inteligentes sobre la arquitectura popular que yo había leído en aquellos años era unos artículos que acababa de publicar la revista 2C CONSTRUCCION DE LA CIUDAD en su número doble 17/18 de marzo de 1981 dedicado a LA MASIA. Los arquitectos gerundenses Jeroni Moner i Codina, Arcadi Pla i Masmiquel y Josep Riera i Micaló habían hecho un exhaustivo estudio de la arquitectura de las masías catalanas y viendo el revoltijo de ideas que había sobre la arquitectura popular proponían hacer una distinción entre 1) arquitectura primitiva, 2) arquitectura vernácula y 3) arquitectura popular, considerando que el valor de los tipos arquitectónicos establecidos por las teorías de Aldo Rossi sólo se conseguían cuando las arquitectura primitivas o populares alcanzaban el grado de "vernáculas".

Cabe decir en este sentido, que el libro de Luis Vicente, centrado en detalles constructivos, decorativos o etnográficos me había decepcionado un poco, pues así como la masía podría considerarse como la genuina arquitectura vernácula de Cataluña, o el caserío la del País Vasco, en La Rioja no parecía existir un tipo arquitectónico lo suficientemente relevante como para darle ese apelativo.

Pero hete aquí que la fortuna me acababa de poner delante de las narices una gran casa de La Rioja que podía igualar, si no superar, a las arquitecturas vernáculas de Cataluña y el País Vasco, porque al cubrirse con un tejado a cuatro aguas y dar fachada a uno de los lados más largos se podía adaptar mejor a las líneas de nivel del terreno y conseguir, frente al carácter individual de la masía o del caserío, una cierta adaptación urbana.


Como el Ayuntamiento de Villoslada que me había encargado el trabajo, estaba instalado también en un gran caserón de tres crujías, tejado a cuatro aguas y fachada principal en uno de los lados empecé a establecer relaciones y a pensar que estaba ante el tipo que yo buscaba.


A poco que levantaras la vista hacia las casas situadas en la parte alta de Villoslada, más genuinas y menos troceadas que las de la parte de abajo, descubrías que ese tipo de casa longitudinal era el que creaba esa gran armonía en el paisaje urbano que todo el mundo admira cuando contempla el caserío de este pueblo.


Aunque por el informe me iban a pagar dos cuartos yo me afané en dibujar la casa del santero de la ermita de Lomos de Orios para dejar representado mi hallazgo en sus aspectos más esenciales:




A pesar del lío de pilares y apeos producto de las reformas internas (se decía que la casa era tan grande porque era usada como albergue y que cada pueblo de la zona tenía una habitación a su disposición...) me llamó mucho la atención que la cercha central de la cubierta apoyara no sobre el muro sino sobre el hueco del eje longitudinal (el que tiene el balcón) como si con ello pretendiera un efecto de zunchado en vez de cortadura sobre los gruesos muros (véase la planta del desván).


Como es lógico, para la redacción y toma de decisiones de mi informe consulté una y otra vez a Luis Vicente sobre cuál podrían ser para él las necesidades más perentorias de la ermita, y si no recuerdo mal me insistía en que nos gastásemos los pocos dineros que nos iban a dar en desmontar una estructura metálica de lo más pueblerina que alguien había montado años atrás en la plaza exterior de la ermita para poner unos toldos porque en alguna romería de la caridad debió de arrear el sol y se le debieron de calentar los cascos a algún prócer.



Consciente no sólo de la importancia de la casa sino de todo el lugar, llegué a levantar un bonito croquis en el que ponía en relación todas las piezas arquitectónicas que lo componían, desde el conjunto de casa y ermita hasta la fuente, la plaza y los puestos de reparto de la caridad.


Nótese en este dibujo la envergadura de la casa en relación a la ermita y por supuesto, la maravilla de esa escalinata procesional que separa el camino de la plaza superior.

Pues bien, si orgulloso estaba yo, a mayor gloria de la arquitectura vernácula riojana, de mi descubrimiento de la casa camerana de Villoslada, y de su propotipo en la del santero de la ermita de Lomos de Orios, no menos orgulloso me he sentido siempre de la decisión que tomé para los dineros que íbamos a pedir a la Comunidad y que no fue otra que la que reproduzco fotográficamente a continuación:


En la carpeta donde he guardado aquellas fotos, aquellos croquis y el informe, he encontrado también los modelos de la caldera y los tres presupuestos que me enviaron los instaladores Paulino Rodríguez, Emilio Solano y F. Javier Alonso; pero lo que no les puedo contar, porque no lo recuerdo ni tengo más documentación, es cuál de los tres la hizo. Lo seguro es que se hizo y que Luisvi, la Lola, y los peques Simón y Martín, tuvieron calefacción desde entonces. 



miércoles, 7 de mayo de 2014

78. LA LECCION DE HARO



¿De dónde viene mi desapego hacia toda la arquitectura de mi tiempo? ¿De dónde mis enormes diferencias con la cultura oficial de la arquitectura? Paseando el otro día por Haro y recordando la de veces que en mi ya larga vida (y sobre todo en mi infancia), habré recorrido la calle de la Vega, empecé a pensar en una posible respuesta, o cuando menos en un argumento.


¡Qué tontos hemos podido ser los arquitectos del siglo XX en no ver el legado que nos había dejado el siglo XIX en algunas de las calles de ciudades de tamaño mediano como Haro!


Abrid cualquier página institucional o de turismo de Haro (esta misma) y veréis que nadie menciona las casas burguesas del siglo XIX como uno de sus grandes valores arquitectónicos.


Qué ceguera, qué ignorancia. ¿Cuánto de culpa no tenemos los arquitectos en ello?


¿Quién conoce los nombres de los arquitectos o maestros de obras que están detrás de la belleza de estas casas? ¿o los talleres de los artesanos de esas puertas, esas rejas, esos balcones, esas decoraciones, esos lambrequines, esos miradores...?


Ni un miserable artículo de arquitectura en ningún medio de difusión o de investigación poniendo en valor (como se dice ahora con cursileria) este magnífico patrimonio arquitectónico.


Un patrimonio maltratado no pocas veces por los usos comerciales, en las peores ocasiones derribado y sustituido, o generalmente ignorado y humillado por las vecinas construcciones de nuestro tiempo.


¿Qué vida les queda a las espectaculares galerías de madera construidas sobre la piedra o el estuco de sus fachadas? No mucha. Aunque peor es mirar a los engendros de miradores que algunos arquitectos de nuestro tiempo se han atrevido a reinventar (y que por piedad prefiero omitir en este blog).


Ningún estudio o reseña tampoco de la interesante arquitectura de ladrillo prensado que se puso de moda también en el siglo XIX y comienzos del XX venida de la gran tradición castellana y madrileña.


Las guías de arquitectura de los arquitectos (cuando las hay) ventilan de un plumazo todo este periodo de nuestra historia para dedicarse a alabar a los cuatro pioneros de la arquitectura moderna del siglo XX en cada región (los del docomomo, para entendernos).


Pero cuando uno ve edificios tan espectaculares y tan urbanos como las dos casas que forman el frente Oeste de la plaza de la Paz justo encima del Café Suizo (otra institución con un cadena de decoraciones interiores a cual más espantosa), reflexiona y piensa si no se dio en el siglo XX un tajo mortal a la historia de la arquitectura del que casi es imposible reponerse.


Yo conozco muy bien toda la cultura oficial de la arquitectura del siglo XX. Fui formado en ella y aprendí a ver toda la arquitectura que me rodeaba bajo sus anteojos. Yo también presté poca atención a todos estos hermosos edificios del siglo XIX, pero... sin embargo, sin embargo..., creo que los tenía ahí clavados en el fondo de mi retina, y en el fondo de mi alma y de mi corazón, porque cada vez que he pasado por la calle de la Vega, y habré pasado cientos o miles de veces, siempre he sentido admiración por su belleza, por su variedad y su calidad urbana.


Y por ello, hace un par de semanas, pensando en este blog, me puse a hacer fotos a todas las casas que me salían al paso (que hacer fotos ahora es gratis, y publicarlas también ) para reparar en lo posible la parte de culpa que me toca.


O para dársela a conocer a los amables lectores que aún me siguen en este blog, y para que gocen con estas casas y calles igual que siempre lo he hecho yo.


Aunque no creáis... que pánico me da levantar la liebre y que en dos o tres años empiece a venir gente a Haro para ver y pasear y hacer miles de fotos por la calle de la Vega y, aahhh, ahhh, aaaa...a algún alcalde idiota se le ocurra la brillante idea de peatonalizarla... ¡¡¡¡no!!!¡¡¡no!!!


Porque las calles son calles, no sólo cuando tienen bonitas casas sino cuando tienen también calzadas y aceras, y cuando se puede parar delante de las casas a coger o dejar cosas y si es posible también, a aparcar un poco el coche.


De momento ya le han puesto alguna mierda de pasos elevados de esos que ponen para que los coches tengan que hacer el rana jodiendo sus amortiguadores y la columna vertebral de los ocupantes.


Y un poco más allá de estas casas, ay dios mío, todavía puede verse la espantosa casa de ladrillo oscuro donde estaba la librería de Viela (que en paz descanse...) y que también omito aquí por piedad.


En uno de estos bajos estaba el taller del "chinche" (Alberto Olarte) donde siempre íbamos a arreglar las bicis. El Higinia, a continuación, ya no es aquel hotel provinciano con olor a siglo pasado al que de vez en cuando venía una familia inglesa, sino que han debido de colgarle el sambenito de "hotel con encanto"..., y se ha modernizado, aunque por lo que puede verse, solo por dentro, en planta baja y... por un costado.


A pesar de los pesares, y a pesar de mi tardanza en haberme dado cuenta, la gran lección de arquitectura del siglo XIX sigue ahí esperando a que alguien vuelva a conectar con esa forma de hacer ciudad que los arquitectos (y ya no digamos la sociedad y sus gobernantes) hemos olvidado completamente.

No parece que las primeras generaciones del siglo XXI, empachadas aún con la divinidad de los artistas o embelesadas con las infinitas posibilidades de las herramientas informáticas, estén por la labor. Pero por si no duran las casas hasta que lleguen quienes las sepan apreciar, que por lo menos quede para el futuro el testimonio de este post.




miércoles, 2 de abril de 2014

77. "BRA", UN NUEVO BLOG, HIJO DE EDIFICIOSLHD



Como este blog es más autobiográfico que otra cosa, hace tiempo que me apetecía poner aquí los Bares, Restaurantes o Alojamientos en que me he sentido muy a gusto, y no necesariamente por razones arquitectónicas o decorativas, ni mucho menos gastronómicas, aunque de todo un poco. 

Algunas de esas experiencias gozosas de un buen lugar, un buen trato y un buen precio, ya he contado aquí y en el viejo LHD. Aún recuerdo la de un Bar en el Burgo de Osma (edfLHD n43), la del Bar a Vins de Carcassone (edLHD 50) o el Café Central de Madrid (edfLHD n31). Tras la experiencia de visitar ciudades lamentables o edificios ridículos, el hallazgo de algunos bares, restaurantes o alojamientos ha sido no pocas veces como el descubrimiento de un oasis en el desierto. Otras veces han sido el complemento a una buena jornada de viaje o de monte, o de música, que no todo son desgracias en esta vida, pero lo que importa para traerlos aquí es que por una u otra razón me haya sentido muy bien en ellos. 

Bueno, digo lo de traerlos aquí, pero no, porque no quisiera que este blog dejara de ser una autobiografía de arquitectura. Mejor sacarlos a otro blog, ya que es tan fácil hacer blogs nuevos, y luego poner un enlace en el costado. 

Aunque OASIS podría ser un buen título o metáfora para ese nuevo blog, al final he preferido el acrónimo BRA (Bares, Restaurantes y Alojamientos) por aquello de que mi primer blog fue un acrónimo (LHD) y ya me he acostumbrado a ellos, pero también porque el BRA fue un estupendo y sencillo invento para hacer más hermosos los órganos que nos amamantaron y dieron cobijo, calor y (luego y siempre) placer. Tiene más gracia así. 

Quede claro: el BRA no es una guía turística y no respondo de cómo lo pasen allí, porque las circunstancias son cambiantes y la vida de estos locales suele ser más efímera que la arquitectura. Sólo cuenta que yo me lo pasé muy bien y que salí contento y renovado. Y si doy alguna razón de ello, y están de acuerdo, pues encantado de haberles sido útil. 







jueves, 27 de marzo de 2014

76. EN LOS CAMINOS



Hace unos años, cuando escribía el LHD, me "eché al monte" (literalmente hablando y no en sentido figurado), y me fueron saliendo relatos más o menos arquitectónicos o deportivos de esas huidas periódicas de la ciudad que pueden verse en el correspondiente blog (MONTES). 

Aunque no hemos dejado de ir al monte, en este curso 2013-2014 pudiera decirse que me he "echado a los caminos", esas pequeñas vías sin señalizar y tantas veces olvidadas de la mano de dios. Bien andando, o en la estupenda bici de montaña que me regaló mi hija por reyes, voy recorriendo poco a poco los caminos alrededor de mi ciudad y espero hacerlo allí donde vaya, porque los caminos no sólo te dan alguna sorpresa paisajística sino también arquitectónica (!). Tal es el caso de un par de chozos guardaviñas que nos hemos encontrado recientemente, uno cerca de Lardero (foto de arriba) en un paseo a pié, y otro, cerca de Laserna (foto siguiente) en un paseo en bici.


Me consta que los guardaviñas de La Rioja han sido estudiados y catalogados por los inquietos etnógrafos riojanos, pero afortunadamente aún están ahí en medio del campo y al borde de los caminos sin ninguna indicación, ninguna valla y ninguna protección, como si todavía fueran útiles y estuvieran en uso. 

Generalmente no es así, y si te asomas a su interior comprobarás lo vandálica que es la gente, pero aún con todo, todavía se puede disfrutar de esa construcción rústica de un solo material que lleva a la creación de una forma y una silueta tan característica. 

No quiero quitarle a nadie la sorpresa de encontrarlos por casualidad ni me gustaría por nada del mundo que los ayuntamientos o las Autonomías especialistas en el despilfarro sostenible los señalizaran y pusieran vallas de protección, pero por aquello de recordar dónde los he encontrado y animar a los lectores a "echarse a los caminos" voy a dar cuando menos la localización de las arquitecturas que me encuentre en ellos, más que nada por lo frágiles que son y lo fácil que será estropearlas y perderlas para siempre.  

Aquí el de la foto 1, entre Lardero y Entrena:


Y aquí el de la segunda foto, cerca de Laserna:


Notarán en esta segunda imagen aérea de google earth, que un poco más a la izquierda y arriba del puntito amarillo que señala la posición del segundo guardaviñas, he puesto un circulito rojo en torno a una casa de campo, y es que las sorpresas arquitectónicas no se ciñen solamente a los guardaviñas sino que de vez en cuando también es posible encontrar alguna construcción agrícola (un pajar, una casa, un molino, etc.) que despierta nuestro interés. Mayormente están en ruinas, pero cuando aún tienen vida es ocasión de celebrarlo cuando menos con una foto. La casa de ese circulito no es nada del otro jueves, pero empieza a ser tan extraño encontrarlas sin alguna desastrosa intervención moderna que no sé a ustedes, pero a mí, por lo menos, me causan también una pequeña emoción arquitectónica.


No tengo hoy mucho más que contar y quizás este post les parezca algo pobre, pero la intención de redactarlo no es otra que la de animarles también a "echarse a los caminos" y descubrir y compartir las pequeñas bellezas arquitectónicas que aún nos puedan ofrecer.


jueves, 13 de febrero de 2014

75. LA IGLESIA DE BRIONES. LA RIOJA



Hace unos días estuve en Briones para revisitar las casas solariegas que habíamos fotografiado en 1983 y seguir aportando material al blog que vengo haciendo con ellas. También me tocó hacer no pocas fotos para Mira Estotro, ese colección de imágenes del horterismo y la fealdad que campan desde hace medio siglo en nuestros pueblos. Cuando ya dábamos por acabados nuestros trabajos y nuestra visita a Briones, le propuse a mi compañera de excursión entrar a ver, una vez más, su iglesia. Lo que sigue a continuación no es ninguna lectura arquitectónica ni  un relato historiográfico artístico de la misma sino algo así como una pequeña muestra de agradecimiento a sus hacedores y mantenedores, y de recuerdo a la emoción que ambos experimentamos en esa visita. En esta época dada a los textos de publicidad llenos superlativos me cuesta encontrar un discurso capaz de expresar el estado de alegría que vivimos, así que he pensado tan solo compartir algunas de las fotos de mi recorrido, no especialmente de mucha calidad, con algún comentario en voz baja. 

Y digo en voz baja porque además de ser lo propio en la visita a un templo, resulta ser todo un ejercicio de contención cuando nada más traspasar la puerta de entrada nos topamos con el órgano de la primera foto. Ohhhhh (es preciso ya reprimir la primera exclamación) ¿cuántos habitantes tiene Briones? ¡¡¡¡856!!!! ¡¡¡Virgen Santísima!!!! Sshhhhhh.


Abro mi perspectiva hacia el altar, y las columnas nervadas se me llevan la vista hacia arriba, a este techo estrellado que cierra lo que los expertos llamamos las hallenkirsche o iglesias de salón. Un techo igual de alto en las naves laterales que en la central. Un techo altísimo para un espacio grandioso.  


No tardo en ir hacia el eje de la nave central para situarme frente al gran retablo que la cierra y pararme un poco a serenarme, que es el efecto que provocan los ejes y las simetrías. 

Pero mucho no dura la calma porque la vista se me va enseguida hacia la escultórica escalera que sube al coro ubicada más allá de la tercera nave en el mismo eje de la puerta de entrada y el órgano que tenemos  justo encima:


Antes de ir hacia la escalera echo la vista atrás para ver el bajo coro, lugar en el que recuerdo que el cura de hace unos años construyó una especie de barraca con conglomerados para dar las misas en invierno a los pocos vecinos que acudían. 


Como los voladizos del órgano que tengo sobre la cabeza me parecen tremendos avanzo un tramo de la nave para hacer una foto. Menuda estructura (!)


Ahora sí, ahora subo por la escalera del coro y me detengo ante su puerta cerrada para mirar la iglesia a media altura:


En las primeras visitas que hice hace años a esta iglesia, el coro siempre estaba abierto y aún recuerdo el enorme facistol que tenía en el centro con los no menos gigantescos libros de canto colocados en sus atriles con las hojas abiertas mostrando unas partituras tan grandes que las notas tenían por lo menos el tamaño de una nuez.


Me acerco al altar mayor y lo fotografío en una forzada perspectiva. No entiendo mucho de retablos pero este de Briones tiene algunos detalles muy parecidos al de Anguciana, que es el que más horas he tenido delante en mi vida.

Una de mis vistas preferidas del espacio interior de una iglesia es la diagonal tomada desde la cabecera de la nave del evangelio. O sea, esta:


Allí mismo descubro la rica sacristía. Y otra vez me pellizco en el brazo para recordarme que no estoy soñando ni que estoy en la catedral de una gran ciudad sino en la iglesia de un pueblecito de La Rioja:


Completo la panorámica con una vista de la nave del Evangelio hecha desde su cabecera.


Y como esta vez me llama la atención la rica reja de la capilla anterior a la de la escalera del coro me acerco a verla.


Es curioso su tinte azulado, que comparte con las rejas de los púlpitos y el teñido de la madera de la puerta de entrada (véase la foto del bajo coro algo más arriba). 


Como tenía ganas de fotografiar los detalles decorativos de la base de las columnas me fui al otro lado del crucero para hacer esta foto. Se ve también en ella el azulado de la reja del púlpito al que aludía antes o la tarima de todo el suelo de la iglesia que tan cálida imagen da de ella. No es que sea una "iglesia de salón" es como si estuvieras en el salón de casa (!).


Desde el punto de la anterior foto (la cabecera de la nave de la epístola) me recorro toda la iglesia en diagonal para descubrir esta increíble capilla ubicada en el tramo del coro. Es de una perfección decorativa que asusta.


¿Cuándo hemos sido los riojanos tan cultos? ¿cuándo los españoles tan exactos? No sé si fue síndrome de Stendhal o vértigo histórico lo que me entró pero me dije que ya tenía que parar la visita y salir a tomar un poco el aire.

En esas estaba cuando entró otra pareja a ver la iglesia y mirando otras cosas que yo descubrió que en cada capilla había unos pulsadores para iluminar sus cuadros y retablos.


Me acerqué al que más a mano me pillaba y le di yo también al botoncito y... ¡madre mía! ¡qué retablo de pinturas! Tiene que dar gusto pasarse una tarde entera estudiándolas. Pero eso será en otra ocasión. O lo contará (o posteará) otro porque entre unas cosas y otras se me va la vida sin haber visto nada....!!!!

Y me dejo también de hablar de la torre barroca ahhh. Y se me olvida decir que la gente que va a Briones mayormente lo hace para ver el Museo de la Cultura del Vino... (!!!) del que yo, con ver la entrada (!!!) ya tengo bastante...: